sábado, 29 de mayo de 2010

Amanecer en el puerto... *

Hoy amanecí en el puerto, mi tía me despierta a las 6:30 AM para que la acompañe para Aragua de Barcelona (mi comarca natal) a un entierro. A mi tía no le gusta manejar y cuando maneja le gusta hacerlo acompañada de alguien. Yo no quería levantarme de la cama porque no había dormido bien en toda la noche, no me sentía cómodo en esa cama, creo que me acostumbre demasiado a dormir o me amolde perfectamente a la forma de mi camita. Mi tía me llamó varias veces (me hizo recordar cuando estaba pequeño y mis abuelos me hacían levantar temprano para ir al colegio). Así que me levanto, me doy un baño, luego enciendo la PC, abro el Facebook y el Twitter, no hay ninguna novedad. Actualizo mi estado en ambas cuentas: "Despertando (me despertaron) :S". Mi tía sale de algún lado y me dice que ya tenemos que irnos. Íbamos por la carretera esperando que el semáforo cambiara cuando de pronto soy testigo de un espectacular choque. Nosotros veníamos por el canal izquierdo y por el canal derecho venia un camión a toda velocidad que impacto a una camioneta (una Trail Blazer), esta a su vez, choca con otra. El camión aplasto como a una lata a la camioneta por la parte trasera, presumo que se le fueron los frenos. Mi tía se escandaliza y se pone nerviosa. De la camioneta chocada sale un señor con la frente ensangrentada, no vi al chofer del camión (me imagino que se estaba lamentando dentro del camión). Mi tía y yo seguimos nuestro camino, ella seguía con los nervios de punta.

Llegamos a Aragua, fuimos a la casa donde se hacia el velorio pero ya se habían ido al cementerio. Así que fuimos para allá. Cuando llegamos recién terminaban de enterrar al difunto, la viuda estaba acompañada de sus hijos y algunos amigos. Le dimos la cola hasta su casa, tenia una cara demacrada y cada vez que se acordaba de su esposo o concubino (no se si casaron) se ponía a llorar como una niña, al ratito cesaba pero volvía. Mientras íbamos en el camino, dijo: "quedé desorientada". Llegamos a su casa, habían varias personas, nos sentamos. Cada vez que ella lloraba y decía cosas que no lograba entender, todo el mundo se quedaba en silencio.

Cuando uno se muere, la gente que realmente lo lamenta deja de hacer lo que esta haciendo para venir a acompañarnos y acompañar a nuestra familia en ese momento de profundo dolor y lamento. Me puse a hacer un ejercicio de imaginación: cuando yo muera supongo que todos mis amigos (o por lo menos la mayoría de ellos), mi conocidos y familiares estarán en torno a mi féretro. Algunos llorando, otros recordándome de manera alegre y eso para mi seria un tremendo homenaje. Lo único chimbo es que yo no voy a disfrutarlo. Pero si pudiera volvería al mundo físico y les diera un gran abrazo a cada uno de los asistentes para agradecerles.

Entre Puerto La Cruz y Aragua de Barcelona, 8 de mayo de 2010.
(*) El título se lo puso mi querida amiga y ex-compañera de clases, Olga González, de la EBA-UCV.

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